Ser Comunidad
En un mundo que propone el individualismo como estilo de vida, que pretende imponer la ley del más fuerte como criterio de éxito y se abandona al relativismo moral y religioso, la Comunidad se afirma como sacramento, es decir signo y testimonio, de relaciones nuevas, suscitadas por una incansable búsqueda del bien común.
El Cristo ha querido permanecer en medio de los hombres en la Eucaristía, en su Palabra, en la dimensión apostólico-jerárquica y profética de la Iglesia, en el más pequeño de los hermanos, en cada hombre, sacramento de Dios. Pero él ha querido vincular su presencia también al estar juntos de los hombres reunidos en su nombre y ha asegurado que donde él está, allí, inseparablemente, están también el Padre y el Espíritu Santo.
Todos los miembros de Villaregia, están unidos por este compromiso constante: vivir con la Presencia de Dios. “Somos conscientes de que se trata, ante todo, de una vida que viene de lo Alto, y que se deja contener y custodiar en nosotros, como frágiles vasos de arcilla, pasando por las normales tensiones y debilidades de nuestra humanidad. Es una vida nueva que constantemente nos llama a la conversión y continuamente se renueva en el perdón recíproco.”
“Somos muy diversos por edad, sexo, provenimos de muchas culturas, cada uno tiene su idioma, sus tradiciones, su experiencia: precisamente a partir de esta pluralidad en la Comunidad acogemos el desafío de volvernos una sola familia. En el don y en la acogida recíprocos, la convergencia de las diferencias biológicas, psicológicas, espirituales e intelectuales se compone en unidad y se vuelve riqueza para todos."
Comunidad internacional
La Comunidad asume el rostro de una familia internacional. Una mezcla de fisonomías, un entrelazamiento de procedencias solo para mostrar lo que más urge en los tiempos actuales: el rostro comunional y misionero del amor de Dios.
El desafío que acogemos cada día es el de tender constantemente a un encuentro abierto a cada tú para ser una comunidad que no conoce confines. Superando toda dificultad regionalista y nacionalista, no queremos llamarnos italianos, peruanos o brasileños... ¡para ser universalmente cristianos!
La convivencia de hermanos de varias nacionalidades nos permite experimentar concretamente la fraternidad universal, gimnasio para quien, abatiendo las fronteras de la propia parentela y tierra de origen, se entrena cotidianamente para formarse un corazón a la medida del mundo.